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This is a continuation of De la Tradición a la Realidad.
La Pascua: un tipo y cuadro de Cristo
Como ya mencionamos, de acuerdo al principio de la tipología, la Pascua es un “cuadro” del Mesías, Jesús. El cordero sin mancha ni defecto, necesario para la Pascua en Éxodo 12:5, prefigura a Cristo. Así como el cordero tenía que ser sin defecto, Jesucristo, el verdadero Cordero de Dios, era sin pecado. Y así como Dios no permitía que ningún hueso del cordero pascual fuese quebrado (véase Éxodo 12:46), ninguno de los huesos de Cristo fueron quebrados cuando Él fue crucificado en la cruz (véase Juan 19:36). Los soldados romanos quebraron las piernas de los otros hombres que fueron crucificados juntamente con Jesús para apresurar sus muertes. Sin embargo, cuando se acercaron a Jesús, se dieron cuenta de que ya había muerto y no le quebraron Sus piernas. Esto fue un cumplimiento perfecto de lo escrito en Éxodo 12 en cuanto al cordero de la Pascua. Además, el rey David de Israel, aproximadamente mil años antes de la muerte de Cristo, profetizó en Salmos 34:20 en cuanto a Aquel que habría de venir: “Él guarda todos sus huesos; ni uno es quebrado” (Salmos 34:20, 21 en el texto hebreo).
Otra instancia en la cual Cristo cumple las Escrituras, la cual deja una profunda impresión en mí, es el hecho de cómo el tiempo de la muerte de Cristo cumple de manera exacta el sacrificio del cordero de la Pascua. Primero, Jesús fue crucificado el mismo día en que el cordero de la Pascua habría de morir. En Éxodo, Dios ordena de manera inequívoca el día en que el cordero es sacrificado: “Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero de los meses del año. Hablad a toda la asamblea de Israel, diciendo: El día diez de este mes tomará cada hombre un cordero según su casa paterna, un cordero por casa […] Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; entonces lo inmolará toda la congregación de la asamblea de Israel al crepúsculo” (Éxodo 12:2-3, 6). El registro histórico en cuanto a Cristo identifica este mismo día –el día catorce del primer mes– como el día en que Cristo fue puesto a muerte (véase Juan 18:28). De todos los días en que Él pudo ser crucificado, Jesús murió el día de la Pascua. ¿Piensa usted que fue una coincidencia que Cristo muriese en ese día, el día de la Pascua? El tiempo de Su muerte, así como los detalles mencionados, cumplieron de manera exacta las Escrituras en cuanto al cordero de la Pascua.
Otra ordenanza de la Pascua requería que el cordero fuese asado. De la misma manera, mientras Jesús era crucificado, Él estaba sufriendo el fuego del juicio de Dios en nuestro lugar y a nuestro favor. El salmo 22 nos presenta Su sufrimiento y dolor: “He sido derramado como el agua, y todos mis huesos están descoyuntados. Mi corazón es como cera; se derrite dentro de mí. Mi fuerza se ha secado como un tiesto, y mi lengua se ha pegado a mi paladar […] horadan mis manos y mis pies. Cuento todos mis huesos; me miran, me fijan la mirada. Reparten entre sí mis vestiduras, y sobre mi ropas echan suertes” (Salmos 22:14-15a, 16b -18, Versión Recobro, énfasis mío).
Existen otros aspectos de la Pascua que Cristo cumplió. Por ejemplo, sabemos que la sangre del cordero de la Pascua tenía que ser puesta sobre los dinteles en la parte de afuera de las puertas. Dios ordenó esto a Su pueblo de manera que cuando pasase el ángel de la muerte, todo el que estuviese dentro de su casa estaba seguro. Cuando Dios vio la sangre, Él “pasó por encima” de la gente que estaba dentro de la casa, de manera que el juicio no vino sobre ellos. Hoy Jesús, el cumplimiento del tipo del Cordero pascual de Dios, ha venido y ha derramado Su sangre por nosotros. Cuando aceptamos la obra redentora de Cristo, Su sangre es aplicada a nosotros; Dios “pasará por encima” de nosotros a fin de que seamos libres del juicio y de la condenación eterna.
Los sacrificios (Kodashim): un tipo de Cristo
Hace poco, hablé con un hombre judío como yo. Él estaba muy intrigado con el asunto de las verdades reveladas en la topología, pero quería escuchar más con respecto al tema de los sacrificios. Me sorprendió de que existiese la necesidad de exponerle este asunto en detalle dado que este tema está relacionado de manera crítica a nuestra redención y se revela con claridad en la Tora (el Pentateuco). Ya que otros posiblemente tengan preguntas en cuanto a los sacrificios, es importante invertir algún tiempo en este asunto.
Desde el principio Dios puso un sentir muy fuerte en el hombre, aun en Adán, para que viese la necesidad de los sacrificios. La intención original de Dios era que Adán y Eva comiesen del fruto del árbol de la vida, lo que resultaría en que ellos recibiesen la vida eterna de Dios (véase Génesis 3:22). No obstante, Adán y Eva desobedecieron a Dios y comieron del árbol del cual se les había dicho que no comiesen, esto es, el árbol del conocimiento del bien y del mal. Al hacerlo, ellos conocieron que estaban desnudos y cubrieron su desnudez con hojas de higuera. Luego, Dios mató un animal (probablemente un cordero) y vistió a Adán y a Eva con túnicas de pieles (véase Génesis 3:21). ¿Por qué Dios procedió de esta manera? ¿Cuál es el significado de Su acción? Veamos más.
El acto de Dios produjo un profundo impacto en Adán y Eva; debido a la gran lección aprendida, Adán y Eva relataron este asunto a sus hijos, Caín y Abel. Aunque ellos enseñaron a ambos hijos que Dios se complacía con sacrificios animales, Abel tomó ese camino pero Caín no. Abel ofreció un sacrificio animal a Dios, mientras que Caín ofreció frutas y vegetales, producto de sus propias manos. ¿Cómo reaccionó Dios ante tales ofrendas? Reaccionó con Caín de la misma manera en que había reaccionado con Adán cuando Adán se cubrió con hojas de higuera, y tal vez un poco más fuerte, pues Caín sabía mejor que eso. Está escrito: “Pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda. Y se enojó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Génesis 4:5). Sin embargo, Dios miró con agrado a Abel y su ofrenda.
¿Por qué Dios miró con agrado la ofrenda de Abel? Desde el punto de vista de Dios, un animal, al ser sacrificado, toma sobre sí los pecados de la persona que ofrece el sacrificio. El animal se convierte en el sustituto de la persona que ofrece el sacrificio, de manera que la persona puede ser libre del pecado junto con la culpa y el castigo que éste acarrea. Por tanto, ¡el animal muere en lugar de la persona! En esto vemos que Abel siguió lo ordenado por Dios en cuanto a los sacrificios animales y, por ende, se le consideró justo conforme al camino establecido por Dios. Por el contrario, Caín trató de establecer su propia justicia mediante su propio esfuerzo. Hoy en día, ¿cuántos millones de personas están tratando de hacer lo mismo? Sin embargo, conforme al camino establecido por Dios, es decir, conforme al proceder necesario para satisfacer el justo requisito de Dios, necesitamos comprender que sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados (Hebreos 9:22b, énfasis mío).
Los sacrificios animales fueron usados durante los días de Moisés y Aarón en Egipto, cuando la sangre del cordero de la Pascua fue puesta sobre los dinteles de las puertas. Más tarde, en el libro de Levítico, vemos que los hijos de Israel aún ofrecían sacrificios después de abandonar Egipto y viajar por el desierto 40 años. Más adelante, Salomón, el rey de Israel que edificó el magnífico templo de Dios, todavía ofrecía sacrificios (véase 1 Reyes 8:63-64). Todos estos sacrificios son figuras de Aquel que habría de venir, el Cristo.
Para resumir, en el tiempo de Tanakh (la ley y los profetas), los sacrificios que los sacerdotes judíos ofrecían solo cubrían, o expiaban, los pecados del pueblo. Hoy en día, debido a que Cristo es la realidad de estas ofrendas, ¡sólo Él puede quitar los pecados! Como sabemos, actualmente el templo en Jerusalén ya no está en pie. Por tanto, no hay sacrificios continuos por los pecados, ¡ni los debe haber! ¿Por qué? Porque Cristo, el sacrificio único, ya fue ofrecido por usted, por mí y por todo el mundo, sin importar nuestro trasfondo religioso, raza, color, idioma o estatus. “Y Él mismo es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2).
Isaac: un tipo de Cristo
Otro tipo de Cristo es el hijo amado de Abraham, Isaac. Cuando iba al monte Moriah, Isaac cargó sobre su espalda la leña del sacrificio. En este aspecto, Isaac es un tipo de Cristo. Este tipo fue cumplido cuando Jesús cargó la cruz de madera sobre Su espalda yendo al lugar de Su crucifixión. Además, Isaac llegó al monte Moriah por la misma senda que más tarde el Señor Jesús caminó para ser crucificado. Jesús fue crucificado en el monte Moriah, el mismo lugar donde Abraham ofreció Isaac a Dios. Además, en esencia, Isaac fue “regresado” a su padre, Abraham, una vez que el Ángel de Jehová intervino y evitó que él matase a su hijo. Este tipo fue cumplido cuando Cristo resucitó de los muertos y ascendió a Su Padre (véase Génesis 22:10-12 y Hebreos 11:19).
Por medio de este cuadro podemos ver que Isaac es un tipo, y Cristo es el cumplimiento del tipo. Ambos eran el hijo amado de su padre (véase Génesis 22:2; Mateo 3:16). Ambos tomaron la voluntad de su padre como la suya, ambos fueron obedientes hasta la muerte (véase Génesis 22:9-10; Lucas 22:42), y ninguno abrió su boca para protestar (véase Génesis 22:9-10; Hechos 8:32; Isaías 53:7-8). Más aún, Abraham recibió a Isaac de vuelta así como Cristo fue recibido de vuelta por el Padre (véase Génesis 22:12; Filipenses 2:9). En ambos casos podemos ver un sustituto: un carnero en el lugar de Isaac, y Cristo en nuestro lugar (véase Génesis 22:13; Isaías 53:6-7). Aunque todos merecemos morir por nuestros pecados, Cristo en Su amor tomó nuestro lugar (véase 1 Pedro 3:18).
Jonás: un tipo de Cristo
La historia de Jonás y el gran pez también es un tipo. Jonás estuvo en el gran pez por tres días y tres noches (Jonás 2:1). Esto es un tipo de Cristo, quien estuvo en el corazón de la tierra después de Su muerte por el mismo período en que Jonás estuvo dentro del gran pez. Jesús mismo dijo: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre [Jesús] en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40). Por tanto, Jonás tipifica a Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
El templo, la casa de Dios: un tipo de Cristo
Veamos ahora otro tipo muy importante, el tipo del templo, la casa de Dios. Para entender este punto crítico de revelación, necesitamos recordar que Dios primero suple los cuadros y tipos, y luego continúa con la realidad. Este principio se hace evidente cuando consideramos el tema de la morada de Dios.
Abraham, Isaac y Jacob moraron en tiendas. Como peregrinos, Abraham, Isaac y Jacob juntamente con los hijos de Israel, todos seguían a Dios de un lugar a otro. Sus tiendas eran una miniatura de la morada de Dios con el hombre. Al celebrar Succoth, recordamos esto al poner cabañas y tiendas en nuestros patios.
Más tarde, Moisés recibió en la montaña la revelación concerniente a la morada de Dios. El tabernáculo en el desierto fue edificado sobre la base de esta revelación. Luego, unos 500 años más tarde, Salomón edificó una estructura más permanente: el templo en Jerusalén. ¿Qué era el tabernáculo y el templo? ¡Era la morada de Dios! En realidad, Dios vivía primeramente en el tabernáculo y luego en el templo. Específicamente, Él vivía en la parte más santa de cada uno, llamada el Lugar Santísimo.
Sin embargo, ¿piensa usted que Dios podía estar satisfecho con vivir en una tienda, tabernáculo o templo físico? Aun durante el mismo periodo en que el templo estuvo en pie en Jerusalén (aproximadamente 750 a.C.), Isaías escribió: “El cielo es Mi trono y la tierra estrado de Mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que me habréis de edificar, y dónde está el lugar de Mi reposo? […] Pero miraré a aquel hombre que es pobre y de espíritu contrito, y que tiembla ante Mi palabra” (Isaías 66:1,2b). Dios no puede tener reposo permanente en un edificio físico.
Cuando el Señor estuvo en la tierra, Él sostuvo una conversación muy interesante con algunos judíos en el templo. Ellos le pidieron una señal que demostrase quién era Él. “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo ¿y Tú en tres días lo levantarás? Mas Él hablaba del templo de Su cuerpo” (Juan 2:19-21). En este momento, ocurrió una transición de los tipos y los cuadros a la realidad, siendo dicha realidad Jesús, quien estaba en medio de ellos como verdadero templo. ¡Dios moraba en Jesucristo! Él era la morada de Dios y estaba de pie delante de ellos. El Señor Jesús “fijó tabernáculo” entre los hombres (véase Juan 1:14).
Además, aquellos que reciben perdón de pecados y reciben el Espíritu de Dios dentro de ellos, también vienen a ser la morada de Dios. ¡Dios desea morar dentro de nosotros! ¿Consideró usted alguna vez que Dios desea vivir en usted, hacer Su hogar en su corazón? En 1 Corintios 6:19 se nos dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”. Otros versículos parecidos son Efesios 2:19b: “Sois miembros de la familia de Dios”, y Efesios 2:22: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. El espíritu del hombre es el lugar que Dios ha creado para que sea Su morada. Cuando venimos a ser la morada de Dios en verdad, Él tiene Su reposo en nosotros y nosotros tenemos nuestro reposo en Él.
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